LUXEMBURGO


Una de nuestras metas al vivir en Europa, era de visitar todos los países pequeños. Fuimos a Andorra. Estuvimos en el Vaticano. También fuimos a Liechtenstein. Nos faltaban Luxemburgo y San Marino.


Aprovechando que estábamos en Bélgica, era nuestro plan visitar Luxemburgo y luego ir a otro país relativamente pequeño: Islandia.


Dejamos San Marino para otra ocasión.


En Bélgica pudimos descansar y recuperarnos del susto de la bomba en el avión. Estuvimos con nuestros buenos amigo Michael y Beryl McNamee, con quienes pasamos momentos memorables.


La idea era de tomar el tren. Michael, sin embargo, se ofrecio a llevarnos en su auto. Eso significaría no solamente un ahorro de dinero, sino que también el tener más tiempo para estar con él. Aceptamos.


En ese entonces, Michael tenía un Volvo familiar, así que no tuvimos problemas en poner el equipaje y los niños cómodamente sentados. Salimos de Bélgica y yo noté que la tapa del motor se movía mucho. Le hice el comentario a Michael, pero él me explicó que hacía tiempo que estaba así y que no me preocupara. Cuando alcanzó los 120 kilómetros por hora, esa tapa vibraba aún más. Otra vez le hice el comentario, y él me aseguró que no pasaba nada. No terminó la frase cuando esa tapa se abrió golpeando con violencia el parabrisas.


De alguna forma, pudo salir de la carretera y entre los dos, pudimos “arreglarla” usando unos elásticos que tenía para el equipaje. Yo no estaba muy seguro de que iba a aguantar, pero él sí lo estaba. Seguimos nuestro camino y unos quince minutos después, sin previo aviso, el elástico saltó y la tapa otra vez golpeó con fuerza el parabrisas. Otra vez pudo sacar el auto de la carretera.


Me di cuenta que el problema se podía solucionar con mucha sencillez con un destornillador y en pocos minutos lo resolvimos y pudimos llegar a nuestro destino: Luxemburgo.


Asustados, pero llegamos. Pocas veces he orado con tanta intensidad como en ese viaje.


La idea original era que Michael se quedara con nosotros un par de días allí, pero él dijo: “Italo, me regreso a casa. No quiero correr más riesgos estando contigo”. Dio la media vuelta y se fue.


Nosotros lo pasamos muy bien en ese Principado, esperando nuestro vuelo a Islandia, pero ese es otro capítulo de este sorprendente viaje. Más aventuras en la siguiente historia.