SOY LEYENDA

Recuerdo claramente ese domingo de verano en Santa Cruz, Bolivia. La iglesia en la calle Charcas 227 estaba llena de hermanos que escuchaban el sermón predicado por mi padre. El calor era insoportable, cerca del mediodía de ese domingo. Creo que fue por eso que salí a la puerta de la iglesia. Yo apenas había cumplido 9 años.


Recuerdo las calles de Santa Cruz sin ser asfaltadas, llenas de arena que cuando llovía, de alguna manera de transformaba en un barro que difícilmente podían negociar los pocos autos existentes. De hecho, el carretón tirado por bueyes era el vehículo más usado, además de los caballos. La calle estaba despejada, nadie en las veredas, con la excepción de un cura católico que lentamente se acercaba hacia donde yo estaba. En esos tiempos, los curas se vestían con sotanas que llegaban hasta el suelo.

Me imagino que por el calor, este cura estaba vestido con una sotana blanca, con un sombrero típico de ellos, con detalles en un rosado magenta y se apoyaba en un bastón. Caminaba lentamente hacia donde yo estaba, me pareció en esos momentos que me estaba desafiando.

En esos días, la persecución a los evangélicos era abierta y constante, recuerdo en el colegio que mis compañeros me tildaban de “endemoniado”, “hijo de Satanás”, se nos acusaba de tener cola como una cabra, acusaban a los evangélicos de comerse a los bebés recién nacidos, etc. así que ver al cura caminar en la misma vereda de la iglesia, lo interpreté como un desafío.

Llegó a mi altura y por supuesto ni me miró, sino que siguió caminando lentamente apoyado sobre su bastón. La tentación fue mayor a mi consagración y sin saber de donde, saqué la voz para decirle: “cura que no cura nada” y entré en la iglesia, pensando que estaba a salvo ya que obviamente un cura no iba a entrar en una iglesia evangélica, no se iba a contaminar.

Grande fue mi sorpresa y mi horror cuando me di cuenta que detrás de mí estaba este cura, con el bastón al aire, interrumpiendo el sermón de mi padre, dando gritos voz en cuello. Yo corrí por el pasillo central de la iglesia y me refugié en el altar, detrás de mi padre y pastor quien con una cara sorprendida, no sabía qué decir. Durante varios minutos el cura disertó acerca de las aberraciones de la fe evangélica y de la falta de respeto y de reverencia hacia las cosas sagradas, como bien lo demostré yo al decirle “cura que no cura nada”. Se despidió maldiciendo a todos en ese lugar y en una forma especial, a “ese niño malcriado, hijo del demonio”.

Ese fue el fin del sermón del domingo. Mi padre luego me invitó a que yo diera mi versión de los hechos, en la privacidad de nuestra casa y tratando de mantener la cara seria, mis padres aplicaron el castigo correspondiente como para asegurarse de que nunca más el culto iba a ser tan abruptamente interrumpido por un cura airado.

Si usted va a Santa Cruz, Bolivia y entra en una iglesia de las Asambleas de Dios y pregunta por mí, le contarán esta misma historia.

Soy leyenda.

3 comentarios:

Claudio dijo...

Hahahahahahahaha!
Bueniiiiiiiisimo!, hahahahahaha!
Lo que la gente quiere saber es... qué ¿¿castigo le aplicaron como para asegurarse de que nunca más entrara un cura iracundo a su iglesia???.

... como para "Unsolved Misteries"

Gracias por acoger la sugerencia.

nú.b! diseña dijo...

jajajajajajajaja, me rei mucho :)
que dicho mas inteligente y tan pequeño diciendo esas cosas!

yo tambien quiero saber que castigo le dieron jejeje.

muy entretenido su relato!

blessings :)

Carolina dijo...

jajajajaj!!!!!

dicen que los niños siempre dicen la verdad.....

que increible LA PERSECUSION DE LA IGLESIA EN ESE TIEMPO, Y UD. TAN CHIQUITITO Y TAN VALIENTE....


QUEDA PPENDIENTE LO DEL CASTIGO... JAJAJAJAJA....