EL DIA QUE ME EMBORRACHE




Hace algunos años, mis padres vinieron a Chile a visitarnos. La idea era que me mostraran mi ciudad natal, San Carlos de Bariloche. Yo tenia apenas 20 días de vida cuando mis padres salieron de Bariloche y yo nunca había tenido la oportunidad de conocerla.

Salimos por carretera desde Santiago y paseando, llegamos esa noche a la ciudad de Neuquén. Todos estábamos cansados y por consiguiente, decidimos pernoctar allí.

Mi papa conocía un restaurante en la ciudad y nos fuimos a devorar todo lo que ponían sobre la mesa. Habían diferentes carnes: de ciervo, de jabalí, de otros animales exóticos. Todos comimos abundantemente y luego, satisfechos, nos fuimos al hotel a descansar. Al poco rato, me encontraba acostado en el suelo del baño enfermo del estomago como nunca lo había estado antes. Pasé la noche en vela, abrazado de la taza del baño, preguntándome si iba a ver la luz del día.

Por la mañana temprano, mi papá anunció que era hora de irnos. Llegamos a Bariloche temprano, de hecho, nada estaba abierto para desayunar, lo que a mí me daba igual, ya que no tenía ganas de comer.

Finalmente llegamos al restaurante de la estación de trenes. Mis padres y Sharon pidieron un suculento desayuno mientras que yo todo lo que quería era apoyar mi cabeza sobre la mesa y orar que los intensos dolores de estómago pasen luego.

El camarero me miró y preguntó qué era lo que me pasaba. Mi papá le explicó mi situación. El camarero anunció triunfalmente que tenía el remedio indicado y raudamente volvió con un vaso lleno de un líquido verdoso. Me instó a que bebiera ese brebaje milagroso, cosa que hice de un solo sorbo. Sorprendido, el camarero solo atinó a decir: ¡que bárbaro! Acto seguido, ese líquido quemó mis entrañas y en pocos segundos, llegó a mi cabeza, causándome la única borrachera de mi vida.

No tenía ni idea que el líquido que me había servido era un licor de alcachofas.

Borracho, demandé a viva voz que mi padre me llevara de inmediato al hotel para poder dormir. El me dijo que de ninguna manera, que lo mejor era caminar. Protestando, salí a la calle. Mi padre cruzó a la vereda del frente mientras que mi querida mamá y mi amada esposa me seguían unos diez metros de distancia, ambas muertas de la risa, lo que hacía que yo me enfadara aún más. Intentaba mantener el equilibrio apoyándome en las casas, en los postes de luz o en los árboles.

Recuerdo pensar: bueno, menos mal que nadie me conoce en Bariloche. No terminé ese pensamiento cuando escuché alguien gritar: pastor Italo, pastor Italo. Precipitadamente, mi papá cruzó la calle para interceptar a los hermanos y mi mamá y Sharon hicieron lo imposible para que no llegaran hasta donde yo estaba manteniendo mi precario equilibrio agarrado de la rama de un raquítico árbol. Era una pareja de jóvenes que estaban pasando su luna de miel en esa hermosa ciudad.

La foto incluida fue tomada en mi estado de ebriedad, apoyado en un farol, cortesía de mi amada esposa.

1 comentarios:

Carolina dijo...

JAJAJAJAJ!!!!!

MUY BUENA ANECDOTA.... FUERTE EL LICOR DE ALCACHOFASSSS!!!!
Y SIRVE PARA EL ESTOMAGO????
O CON LA BORRACHERA NO SE SIENTE EL DOLOR DE ESTOMAGO???? JEJEJEJE......