AVENTURA EN LA SELVA BOLIVIANA



Hace unos días tuve la grata sorpresa de recibir un email de Gabriela. Al principio no sabía quien era y luego de indagar, descubrí que es la nieta de un gran amigo de familia: Vieri Lenaz.
Ese email me trajo a la memoria uno de los veranos de mi juventud.
Había ya cumplido los 16 años cuando Vieri me invitó a una gran aventura en la selva de Bolivia. La finalidad del viaje era encontrar algo de oro y de poder marcar unas minas que él estaba interesado en adquirir. El viaje desde La Paz fue por avión, un viejo DC 3 de la fuerza aérea boliviana. Tuvimos que cruzar la cordillera de los Andes antes de bajar a la selva y aunque el viaje en sí no era muy largo, se me hizo interminable. Los baches; la turbulencia; las nubes; la incomodidad de un avión militar. Finalmente, el avión aterrizó a lo “Indiana Jones” en el aeropuerto de Rurrenabaque. Digo “aeropuerto” exagerando. No era más que una cancha de fútbol, que cuando llovía no había avión en el mundo que podía aterrizar allí por el barro.
Rurrenabaque, en ese entonces un típico y pequeño poblado a orillas del gran río Beni. En la orilla del frente de este ancho y caudaloso río se encuentra otro poblado: San Buenaventura. El “hotel” que Vieri seleccionó se encontraba sobre la ribera del río. Un hotel hecho con hojas de palmeras, bambú, barro y no mucho más. El baño, obviamente, era común para todos los pasajeros y fuera del edificio propio del hotel y con muy poca privacidad.
Los primeros días fueron lentos, ya que Vieri negociaba la embarcación que íbamos a usar y la tripulación que nos iba a acompañar y la compra de los viveres.
Finalmente salimos contra corriente, subiendo durante dos días el río Madre de Dios. Fue un trayecto sin muchos contratiempos, con vistas espectaculares, con animales que yo nunca antes había visto.
Vieri era una persona especial en muchos sentidos. Una de las cosas que pronto aprendí de él es que era vegetariano y que no permitía a nadie comer carne en su presencia. De hecho, no utilizaba nada de cuero. Su cinturón era de tela, así como su calzado. No nos dejaba pescar ni cazar, de modo que comimos palta hasta intoxicarnos, tanto es así que hasta el día de hoy, la palta no es mi favorito.
Finalmente dimos con el río Tuichi, un afluyente del río Beni. Este río cruza lo que hoy es el Parque Nacional Madidi, cruza la selva tropical del Amazonas boliviano.
El caudal era menor al río Beni, pero la velocidad del agua era mayor y además, nos encontramos pronto con una serie de cataratas, no muy grandes, pero suficientes para volcarnos un par de veces. Cada vez que volcábamos, nos recordaban de no tocar fondo porque habían peces rayas que podían causarnos daño.
No recuerdo bien cuantos días subimos por el Tuichi hasta llegar a una población muy pequeña que se llama San José de Uchupiamonas, (San José de ocho piedras hermosas). En ese entonces era un poblado muy aislado y perdido en la selva. Un paraje extraordinario, sin igual. No había hotel, pero quedamos alojados en una casa hecha de hojas de palmera. A mí me tocó dormir sobre la mesa, ya que las camas eran para Vieri y el ingeniero que nos acompañaba. Debido a los insectos, dormíamos bajo mosquiteros y nunca sobre la tierra.
Vieri hizo las mediciones topográficas que necesitaba hacer, localizó la mina que estaba buscando. Mientras tanto, junto con los otros tripulantes, yo lavaba las arenas del río, en busca de pepitas de oro. Se decía que alguien había matado un pato y al limpiarlo, encontró una pepita de oro en sus intestinos.
Aunque no lo crea, encontré suficiente oro como para hacer años después nuestros anillos de boda, que tanto Sharon como yo, usamos hasta el día de hoy, más de 40 años después.
Durante el viaje de regreso a Rurrenabaque, nos sublevamos contra Vieri y exigimos que nos permitiera pescar y cazar. De malas ganas nos dio el permiso y pudimos disfrutar de algo de carne como también de pescados asados sobre una fogata. ¡Deliciosos!
Uno de los cazadores puso la piel de un tapir a secar sobre la canoa. Lo estiró para evitar arrugas y apurar el proceso de secado. Cuando finalmente paramos esa noche para acampar, tuve la mala idea de pisar el cuero, sin darme cuenta que estaba mojado y resbaloso. Tal fue mi mala suerte que resbalé hasta dar contra unas botellas que estaban en la proa de la canoa. Un cristal curvo de una botella quedó incrustado dentro de mi rodilla derecha y por más que se intentó, solo un trozo fue posible remover, dejando varias piezas de vidrio dentro de mi rodilla. Varios días después llegamos a Rurrenabaque. Para ese entonces, mi pierna se había hinchado tanto que tuve que rajar el pantalón para poder usarlo.
Los únicos que tenían penicilina eran unos americanos, miembros del Cuerpo de Paz, pero no la quisieron compartirla conmigo porque “no era boliviano”.
Por mucho tiempo llevé amargura en mi corazón contra los voluntarios del Cuerpo de Paz por su falta de criterio. Los veía en el patio del hotel tomando cervezas todas las tardes hasta la madrugada, pero nunca se interesaron en ayudarme con mi herida.
Las lluvias impedían que los aviones aterrizaran y tuve que pasar una semana esperando alguna forma de transporte para poder salir de la selva. Finalmente un avión que llevaba una carga de cuero de caimanes aterrizó y me llevó de regreso a La Paz. El viaje fue muy incómodo ya que tuve que ir acostado encima de los cueros. Mis padres me estaban esperando en el aeropuerto y me llevaron rápidamente a la Clínica Metodista donde me tuvieron que operar de urgencia. Todavía recuerdo el nombre del doctor que me atendió: el Dr. De Las Muñecas
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1 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Amigo:

He leído cada historia desde que inició este blog. y en cada historia que relata, me siento como un actor más. sin duda que es el fiel reflejo de un cuantacuentos de primera línea, y seguiré siendo su lector principal. Reconozco que no me gusta leer mucho, pero no me aguanto cuando aparece una historia nueva. ya he pensado en redactar un cuento llamado "las aventuras de Italo"...jejeje con su permiso claro !!. Bueno, gracias por estos relatos que llenan mi espíritu, y seguiré al tanto de su blog.
SU AMIGO ISIDRO. (no coloco apellido pues no creo que conozca muchos Isidros verdad???....)