33 ANIVERSARIO




Hace unos días recibí un email de parte de Pablo López, un gran amigo, desde Las Palmas de Gran Canarias. En ese email, me recordaba algo que yo había olvidado: el 7 de abril de este año, 2008, celebré mi 33 aniversario de nuestra llegada a Las Palmas.

Yo no había cumplido los 25 años de edad cuando junto con mi esposa Sharon y nuestro primogénito, Bruno, llegamos a esa hermosa isla.

Unas semanas antes habíamos decidido ir a visitar a Hugo Jeter, quien era el encargado de misiones de la Universidad donde Sharon y yo habíamos graduado. Cuando llegamos, vimos a Hugo parado en la puerta de su oficina haciéndonos señas que nos apuráramos. Acercándome pude ver lágrimas en sus ojos. Me dijo: “Apúrate, Italo, hay un llamado por teléfono para ti”. Al otro lado de la línea telefónica oí una voz que me decía: “Italo, te habla Antonio Giordano desde las Islas Canarias. Te he buscado por varias semanas, nadie sabía donde estabas hasta que sentí del Señor llamar a la universidad para ver si sabían algo de ti. Necesito urgentemente que vengas a Las Palmas”.

Giordano era misionero de las Asambleas de Dios y había sido enviado a las islas para abrir una iglesia. Debido a un cáncer que le estaba quitando la vida, él tenía que abandonar el proyecto e irse a los Estados Unidos. Había oído hablar de nosotros y decidió extendernos esa invitación. En principio sería por unos 9 meses. 14 años después dejamos las islas para irnos a Chile.

Bueno, ese día 7 de abril de 1975, llegamos a Las Palmas después de un largo y doloroso viaje. Salí de Nueva York afiebrado y enfermo. Tenía una fuerte infección en los riñones y además, había comido una lasaña que me había caído mal. Todo el viaje desde el aeropuerto John F. Kennedy en Nueva York hasta el aeropuerto de Barajas, en Madrid, lo pasé muy mal. Tocando tierra en España, no pude contenerme más y vomité esa lasaña. Luego de unas horas de espera, pudimos tomar el vuelo desde Madrid hasta Las Palmas. Allí estaba Antonio Giordano con su esposa, Rita.

Ese mismo día, me encontré por primera vez con Pablo López. En la foto pueden ver cómo era él y su familia a nuestro arribo.

Pablo trabajaba para la Caja Insular y era el que aprobaba los cheques que nos enviaban desde los Estados Unidos. Así había conocido a Giordano y con el tiempo, entregó su vida a Cristo, siendo uno de los primeros convertidos, sino el primero.

Recuerdo que venía a los cultos y se sentaba en la última banca, cerca de la puerta, listo para salir corriendo de la iglesia. La imagen de Pablo con la camisa empapada en sudor quedó grabada en mi memoria para siempre. Con el tiempo, Dios fue obrando en su vida. Fue mi mano derecha en la iglesia y mi consejero en muchas ocasiones.
Hoy, Pablo y su esposa, Loly, pastorean a tiempo completo una linda iglesia en Máspalomas, en el sur de la isla de Gran Canaria.

Pablo, gracias por recordarme tantas cosas lindas.

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